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Un Lugar. Fotografías de Raúl García Pereira

Un Lugar. Fotografías de Raúl García Pereira

Raúl García Pereira

Borrador Editores (Lima, 2011)

ISBN: 978-612-45916-9-3

Páginas: 96

Precio: 65 soles

Un Lugar, un espacio ganado a pulso.  Para la década de los noventa la música punk y el rock continuaban  ganaban adeptos y  territorios.

Desde 1997 en adelante, el portafolio de Raúl García Pereira  consigue una buena muestra de cómo el viral de una actitud incendiaria y provocadora,  se constituía como una casta; una tribu urbana con los emblemas de la estridencia, la anarquía, la crítica, el espíritu libre.

Con el mismo ímpetu, el avión  empezó hace catorce  años con  la crónica visual de aquella gesta, los devaneos al interior de  la marea humana que asistía a los conciertos.

Comunicador de profesión, fotógrafo de oficio, narrador experto  desde sus imágenes, cruzó el umbral de la anécdota para hacer arte e historia.

Más allá del ídolo en el escenario, atesoró  los micro relatos que podría encontrar entre los  gestos, rituales y situaciones que definirían a la escena local.

Además de las buenas migas que hizo con los músicos,  fueron esta colección de sucesos y personajes al interior de los pogos, las borracheras, los estragos y la euforia debajo del escenario, con las que hilvanaría un testimonio gráfico de cómo una actitud puede generar incendios culturales.

El resultado es un fino y detallista retrato de lugar  como de época, a blanco y negro,  con fogonazos de luz y velos de sombra; con voz propia y sin sutilezas.

Dices que no eres bueno con la retórica, pero si hablamos desde las imágenes es otra la situación…

No es que pretenda reemplazar las palabras con la fotografía. Me gusta la fotografía como herramienta de expresión silenciosa y que tiene su propio protagonismo. Mis fotos no tienen mi cara ni estoy yo presente cada vez que alguien las ve, entonces puedo contar algunas cosas, tal vez opinar o mostrar mi forma de ver el mundo sin tener que enfrentar personalmente a la audiencia.

El archivo que has conseguido debe ser un tesoro salvaje, difícil de ordenar. Coméntanos un poco sobre cómo conseguiste hilvanar el libro Un lugar

Fue un proceso larguísimo, lento y lleno de curvas y cambios de dirección. Primero, hace unos ocho años, “aproveché” una hepatitis que me puso en cama cuatro meses para revisar mi trabajo sobre la escena hasta ese momento. Ahí, en esos miles de negativos, encontré el registro frío de algunos eventos. También fui encontrando en algunas imágenes mi propia forma de ver y narrar. Al final de ese proceso tenía muy claro qué es lo que quería contar y cómo. No tenía intención aun de publicar un libro, pero de ahí salió la Agenda Rock 2004.

Empezaba a tomar forma el concepto…

Luego con las ideas un poco más claras retomé el camino ya buscando las escenas, atmósferas y personajes que para mi componen el rockanroll. Recién en 2005 llega la intención de publicar un libro. Empiezo a imprimir copias de centenares de fotos y las fui colgando en las paredes de mi taller. Enfrentando así el panorama completo me pongo a buscar las historias, los momentos en las imágenes que me eran más entrañables. Empieza un proceso de purga mientras continuo fotografiando, ya con la búsqueda más definida y la mirada más clara. Aun hay mucho material y varios caminos.

En el 2008 aparece Jorge Villacorta…

Él se conecta inmediatamente. Le encuentra la forma que yo no logro ver y propone una ruta. Jorge lee muy bien mis fotos y explica con mucha claridad lo que yo quiero expresar. Eso me ayuda mucho a definir lo que quiero poner en ese libro. Vuelvo a las paredes del taller e inicio una nueva purga. Me junto con Francisco Melgar, que entiende mucho de rnr y sabe ver bien las imágenes. Propone algunas líneas narrativas y armamos algunas series. A partir de ahí sigo yo solo, afinando la edición, quitando, poniendo, trayendo nuevas fotos, cuajando la cosa.

¿Cuándo llegaste al primer machote?

En 2009 tengo un primer machote, que combina color y blanco y negro, pero no logra convencerme. En 2010 decido trabajar todo en blanco y negro, lo que significó eliminar algunas fotos esenciales porque no funcionaban sin color, pero potenciando otras tantas al pasarlas a blanco y negro. Finalmente aparece Un Lugar, que no es otra cosa que un retrato muy personal del rockanroll limeño. Lo siguiente es conseguir producirlo y convertirlo en ese libro que tienes en tus manos.

Sembrarse una misión romántica como retratar en el tiempo la movida de punk rock  subterránea,  es gran medida contar lo que pocos pueden ver  ¿Qué te motivó a persistir?

No puedo negar que al comienzo, cuando empecé a fotografiar la escena en 1997 me entró una especie de “sentimiento de responsabilidad” con eso. Creía que había que estar en todas y que había que registrar todo. Felizmente había otros fotógrafos dedicados a lo mismo y me pude relajar un poco, jajaja.

¿Qué hizo que el aficionado a la fotografía descubra y se quede en el fotoperiodismo?

La realidad supera la ficción.

¿Qué riesgos, desventuras y  “milagros caletas” encontraste en estos años de incursiones y conciertos?

No recuerdo riesgos ni desventuras. Recuerdo mucha diversión, mucho sudor y mucha bulla. He podido hacer viajes memorables gracias a la relación de mi cámara con las bandas, y he tenido la suerte de estar en muchos ensayos, que para mi resultan como conciertos personales, donde escuchas el sonido directo, el error, el afán y la búsqueda del sonido ideal que tiene cada banda.

¿Sientes pasión por las personas? ¿Compartir sus hábitos y aficiones, mimetizarse con alguna “tribu urbana” o personaje es el combustible esencial en tu trabajo?

Sin duda me gusta encontrar y contar historias de gente, de cualquier gente. Es lo que más me interesa de la fotografía.

¿Se está haciendo un feliz destino común entre los fotoperiodistas el virar al lado documental, quizá el lado más honesto, menos efectista y tendencioso, más  útil para la memoria colectiva?

No lo veo como un viraje. Creo que es el lugar natural donde el fotoperiodista encuentra su lenguaje y su espacio de expresión. El fotoperiodismo tiene un carácter distinto y muy valioso y estoy seguro de que los fotógrafos que hoy encuentran en lo documental una herramienta para expresarse más personalmente siguen valorando y queriendo el fotoperiodismo como medio de información y expresión.

Han mencionado que sería justo agradecer a tu lado Pereira ¿Cómo la vena familiar de los Pereira ha influido en tu pasión por narrar desde las imágenes?

Esta pregunta es complicada. La dejaría de lado. Pero te puedo asegurar que sí, que “lo Pereira” tiene una gran cuota de responsabilidad en el camino que elegí.
As

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